29 ene 2011

ARCIMBOLDO, EL OTRO LEONARDO DA VINCI

     Hay artistas y científicos que se adelantan a su tiempo y eso lo pagan caro. La moneda que reciben suele ser la incomprensión y, en el peor de los casos, la envidia, la humillación y el destierro.
     El milanés Giuseppe Arcimoldo tuvo la desgracia de nacer en una época que no era la suya, pero la suerte de hacerlo en una familia de buenos artistas y de trabajar para tres emperadores. De joven empezó a trabajar con su padre Biaggio en el Duomo de Milán, como maestro vidriero. Sus primeros trabajos artísticos fueron el diseño de los cartones para luego ser reproducidos en los tapices y las vidrieras de la catedral de Milán, con las escenas de la vida de santa Catalina de Alejandría que están fechadas entre 1548 y 1557.
     En 1558, dado el éxito obtenido, realizó varios cartones para una serie de tapices sobre “La Dormición de la Virgen María” que se conservan actualmente en la catedral de Como, al norte de Italia, en cuyas cenefas ya se empieza a vislumbrar sus extrañas y singulares ornamentaciones. Las ciudades italianas se le quedan pequeñas. Se casa con una alemana y se va a Viena a trabajar durante dos años para el emperador Fernando I. Pero allí tampoco está a gusto. Un giro radical en su vida se produce cuando goza de la protección del emperador y soberano de Bohemia Maximiliano II de Habsburgo (1564-1576), el hijo de Fernando.
     Tanta estima llegó a tener a Arcimboldo que en 1565 le nombró su pintor de la corte. Fueron años de gran tranquilidad y creatividad. El monarca falleció en 1576 sin que nadie intuyera que, a partir de ese momento, su reino viviría una de las épocas más gloriosas y prolíficas de su historia cuando coge las riendas del mismo su hijo y sucesor Rodolfo II (nieto del rey Carlos I de España), personalidad en extremo contradictoria, estrafalaria y desequilibrada, pero un extraordinario mecenas de las artes y las ciencias.
     Durante esta época, nuestro artista vive en Praga e hizo algo más que pintar paisajes antropomorfos y retratos vegetales, uno de ellos al propio monarca hecho con hortalizas, frutas y flores de otoño, no con intención caricaturesca, sino simbólica, identificándolo conceptualmente con la divinidad latina Vertumno, el dios que representa la abundancia de frutos en la naturaleza. Estos retratos gustaron tanto al emperador que Arcimboldo recibió el título honorífico de Conde Palatino, cumbre de los honores a que podía aspirarse en aquellos tiempos, y que sólo pudo disfrutar dos años antes de morir.
     Fabricó también para Rodolfo II ingeniosas máquinas y autómatas animados por juegos y engranajes hidráulicos. Inventa un método para cruzar los ríos sin puente ni embarcación y lleva a Praga los primeros fuegos artificiales. En sus ratos libres diseña disfraces y máscaras estrambóticas para las numerosas fiestas que se hacen en palacio. La más sonada fue organizar un gran torneo para celebrar el matrimonio de la princesa Elisabeth de Austria (considerada una de las mujeres más bellas de su época) con el rey de Francia, Carlos IX, el 26 de noviembre de 1570. Entre sus artilugios mecánicos se le debe la invención de un órgano de colores, que fundía sonidos y tonos luminosos coloreados, basado en su particular teoría de la relación entre las escalas musicales y los distintos colores del arco iris. Se le podría considerar el padre de los efectos lumínicos-acústicos en muchas discotecas de hoy en día. Por todas estas razones, algunos biógrafos le consideran el "Leonardo da Vinci" de la corte bohemia. Además, otra de las labores de Arcimboldo era la de consejero en asuntos artísticos y musicales y también como agente de compras de las infinitas curiosidades que el emperador atesoraba. Vamos, que valía para todo.
     Rodolfo II convirtió su residencia en Praga en todo un centro multicultural. Su corte estuvo influida por la presencia de astrólogos, alquimistas, sabios y magos. La generosa mano del monarca financiaba tanto a estudiosos serios como a impostores de tres al cuarto que trataban de aprovecharse al máximo de su mecenazgo. El monarca austriaco coleccionaba objetos de arte, monedas, armas, animales disecados y, de paso, a gigantes y enanos -"con los que llegó a formar un ejército-", además de mujeres barbudas y hermanos siameses... al tiempo que atrajo a su “corte de los milagros” a los más geniales matemáticos, físicos, químicos, médicos, artistas, astrónomos, matemáticos y astrólogos de su tiempo, entre ellos a Tycho Brahe, Athanasius Kircher o Johanes Kepler quien, precisamente en Praga, enunciará las leyes sobre las órbitas planetarias. El rey tenía también ínfulas de alquimista y por eso en la Praga Rudolfina destacaron los alquimistas Edward Kelley y John Dee con más pena que gloria.


     Uno de los errores de Rodolfo fue intentar restablecer el catolicismo en unas tierras que se habían inclinado por el protestantismo -Bohemia- lo que sería el germen de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) que acabaría con la hegemonía de la Casa de Austria en Europa. La atmósfera esotérica que reinaba por entonces en la residencia imperial - el Castillo de Praga- contribuyó al fomento de las más osadas leyendas. Así, por ejemplo, las relacionadas con el inmensurable tesoro del judío Mordejai Maisl, y con la creación de un ser sobrenatural, el Golem, por parte del rabino Jehuda Low ben Becalel, a quien se consideraba gran amigo del rey de Bohemia. Con la muerte de Rodolfo II finalizó también para Praga la Edad de Oro, la era de metrópoli real e imperial y el bienestar de Arcimboldo que se tuvo que marchar a su casa natal de Milán prácticamente para morir el 11 de julio de 1593, no sin antes realizar sus dos últimos cuadros: Flora (retrato de mujer hecho a base de flores) y el citado Vertumno.

Fruteros con rostro

     Sabía hacer de todo, pero Arcimboldo se especializó en los caprichos artísticos, mezclando en sus lienzos objetos, frutas y hasta paisajes para componer las figuras humanas o alegóricas de sus cuadros. Nadie hasta entonces había hecho eso. El sector más conocido de su producción lo constituyen las «cabezas compuestas», denominación inventada por el teórico Lomazzo, un contemporáneo suyo. Son rostros y cabezas humanas estaban elaboradas agregando infinidad de elementos tales como flores, hojas, conchas, ramas, frutos y los más diversos objetos inanimados, incluyendo libros y los cacharros de cocina. Creo un estilo propio y muy personal de retrato caricaturesco. Algunos son satíricos de personajes de la corte y otros son retratos alegóricos, significando Los cuatro Elementos o Las cuatro Estaciones, cada una de ellas formada por los frutos de la correspondiente estación. Un alarde de imaginación y de ejecución. Por cierto, en España, se encuentra un solo cuadro de Arcimboldo: La Primavera, de ese mismo grupo de las Cuatro Estaciones (en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid).
   

     Incluso pintó un retrato de Calvino (camuflado de jurista) con la cabeza formada por un pollo asado, un pájaro desplumado y un pez. Todavía se indaga sobre lo que quiso decir… En algunos de sus cuadros, como en El Hortelano (1590), el efecto óptico es diferente según se vea. Aparentemente, se trata de una fuente repleta de hortalizas pero si le damos la vuelta se ve la cara de una persona. Son juegos visuales, caprichos ópticos a los que Arcimboldo era muy aficionado.
    
    
     
      Un cierto matiz irónico parece advertirse en algunas de sus composiciones de este tipo, como en su Bibliotecario, formado de libros, o su Herodes, agrupación de cuerpos de niños. Y aún cultivó también, con la misma intención simbólico-mágica, el paisaje antropomorfo, con rocas, ríos y arbolado, agrupados hasta hacer sugerir un cuerpo humano o un rostro. Quiso así representar las Metamorfosis del poeta Ovidio, por cierto, libro de cabecera del emperador Rodolfo II.

¿Un pintor surrealista?
     Un error es interpretar las obras de Arcimboldo en términos de arte surrealista, pues sus cuadros con doble imagen y significado tienen un claro carácter alegórico y hasta moralizante. Tal vez por eso, nuestro artista no fue muy bien comprendido por sus contemporáneos. Parte de la población las consideraba de mal gusto y tuvieron que pasar cuatro siglos para que se entendieran los extraordinarios juegos visuales de su arte.
     Fue redescubierto gracias al interés que despertó en el seno del movimiento surrealista de principios del siglo XX. Sus obras fueron fuente de inspiración de Salvador Dalí, Magritte o Escher, entre otros. Arcimboldo fue un genio del que apenas se sabe nada y que se adelantó tanto a su tiempo que, en sentido estricto, tan sólo fue valorado en su justa medida por un emperador chiflado y unos excéntricos pintores surrealistas que vieron en sus "collages" una afinidad con su propio mundo expresivo y alucinante.

Desde luego, a originalidad no le ganó nadie.

Jesús Callejo.




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